Verse las manos y no reconocerlas. Tentar con manos extrañas los párpados que corresponden, controlar la ansiedad. (CONtrolar la PUTA ansiedad) El director (?) ordena gorgoteando salir a escena (?). El deseo de expresar la carencia un guión"" no tiene cabida de ser saciado, porque ahí precisamente es donde comienza el grotesco espectáculo: gordas bailarinas con tutú haciendo sentadillas con las rodillas opuestas, poesía sidosa brotando de las paredes ((posible gracias al compromiso con la cultura de la Obra Social) (qué más querían que hiciéramos)(lo bueno es que ya casi es viernes)) (la muerte creó la vida para burlarse de ti). Más bailarinas gordas con falda corta de danza clásica. "A veces caer es volar". A veces volar es levantarse. No hace falta decir, pero hay muchas y muchas más bailarinas desfilando por el escenario zapateando sin cesar. (Y las hay de todas las edades). Es duro reponerse del golpe de embestir contra la jaula, al menos en retrospec...
Voy a tragarme todas mis palabras para vomitarlas luego, un reflejo no se puede reclamar. No se pueden enderezar los jorobados. Y yo recuerdo al camello, está más aquí que tú y yo juntos, tal vez un día de estos lo envuelva en plástico de burbujas y lo envíe a la China con un falso remitente. Tal vez no pase de la aduana. Tal vez regrese solo como Chucky. Sigue ardiendo, estúpida acidez de cada letra. Necesito bicarbonato de sodio.
Estábamos totalmente locos. Una desquiciadez suprahumana que se exacerbaba con las señalizaciones en rojo que nos hacían en el exterior y en el interior de nosotros mismos seres igualmente detestables. Nuestra presencia incomodaba al viento, se erosionaba con cada inhalación, cada fumada, cada suspiro, cada exhalación. La violencia emanaba de nuestros poros maquillados con una fina mezcla de lucidez e inteligencia. Ese disfraz que no lograba esconder –aunque lo pretendiera- el hedor de la impostura y de la falacia. Caían los más inocentes, cautivados por nuestra pose, como por selección natural, a nuestros pies. Pasábamos de largo o los ayudábamos a levantarse según las condiciones meteorológicas. El odio era irreversible, la verdad inmutable y el amor lo inventábamos cada que se nos daba la gana, sólo para provocar más sufrimiento. Otras veces, las más contadas, lo hacíamos para coger gratis hasta el hartazgo. Algo en exceso sofisticado, claro, porque había apps para evita...