Cúcu, dijo Mei.
El día está flojo. Se va a caer como el candelabro del fantasma de la ópera. Los hijos de la vecina ya le ayudan a poner el puesto de huaraches. En entendimiento con su clientela, ahora abren más tarde. Hay una puerta a la mitad de la calle en la que todo mundo toca a todas horas. Tocan ahora mismo la lámina con una llave. ¿Piedras, por favor? O resulta que es un poeta sabio al que todos acuden en busca de consejo y yo difamando. Es que es divertido pensar ese tipo de cosas. Después construyeron una choza de madera en el bosque de manera ilegal, y vivieron felices por siempre. No tuvieron muchos hijos porque su esposo siempre accedió a usar condón. Además la esposa acudía a su centro de salud más cercano cada mes. Y vivieron felices por siempre. Ah no, eso ya. Un día, cuando tenga dinero, voy a llegar a un acuerdo con la doña para que me prepare huaraches y los ponga en una canasta que subiré a mi cuarto mediante una cuerda todos los días. Ya después sus hijos pondrán cerve...