Cúcu, dijo Mei.

El día está flojo. Se va a caer como el candelabro del fantasma de la ópera. Los hijos de la vecina ya le ayudan a poner el puesto de huaraches. En entendimiento con su clientela, ahora abren más tarde.

Hay una puerta a la mitad de la calle en la que todo mundo toca a todas horas. Tocan ahora mismo la lámina con una llave. ¿Piedras, por favor? O resulta que es un poeta sabio al que todos acuden en busca de consejo y yo difamando.

Es que es divertido pensar ese tipo de cosas. Después construyeron una choza de madera en el bosque de manera ilegal, y vivieron felices por siempre. No tuvieron muchos hijos porque su esposo siempre accedió a usar condón. Además la esposa acudía a su centro de salud más cercano cada mes. Y vivieron felices por siempre. Ah no, eso ya.

Un día, cuando tenga dinero, voy a llegar a un acuerdo con la doña para que me prepare huaraches y los ponga en una canasta que subiré a mi cuarto mediante una cuerda todos los días. Ya después sus hijos pondrán cervezas y cigarros en esa misma canasta, a cambio de una módica suma. Y viviremos felices por siempre.

- Acompañé al dealer a Paseos de Tasqueña. Eran dos hombres mayores, rebasando los 40, acababan de heredar esa casa. Era enorme. Uno de ellos era profesor de ciencias políticas en la unam. ¿Te imaginas el desmadre que trae ese güey en la cabeza?, nos quedamos como dos horas platicando.

Hay un letrero en eje 5 que reza: "Sea feliz, nosotros le decimos cómo. En dos horas y gratis". ¿O no es una ganga?

Me recuerda a esa canción que dice "aún no sé llenar la nevera pues, 
de espejismos y vacío no se puede comer". Dice pué. Pué comer. 

- Pero quién te quita lo bailado, dicen.

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